Emboscada en el barranco de Breadcorb

Eugene Sans-Foy se volvió hacia el inmoderado bandido Pérfidus McFoster (antes conocido como José Manuel Rebolledo, ver ‘Muerte entre los coyotes’ del 27 de septiembre) y gritó que alguien se acercaba por la quebrada del norte. McFoster escupió un salivazo de tabaco, se levantó, se caló un sombrero negro como su alma y agarró el winchester con el que había asesinado a la mujer del predicador baptista de Sweetwater.
McFoster achinó los ojos para vencer al resol del atardecer y escuchó a Sans-Foy gritar a carcajadas: “¡Es un niño, jefe! ¿Puedo matarlo yo esta vez? ¡Oh, sí, déjame, jefe!”. McFoster soltó una blasfemia, amartilló el winchester, apuntó y disparó. Sans-Foy dejó de reír un segundo antes de dejar de respirar.
Jonas Xaverius, otro de los hombres de la despiadada banda de McFoster, corrió hacia el niño y le agarró. “Hoy no es tu día de suerte, mocoso. ¿Sabes dónde te has metido?”. El niño cerró los ojos y tembló mientras se oía el lejano gañido de un coyote. Pérfidus McFoster sacó su cuchillo y se acercó al pequeño.
“¿A qué has venido?”. El niño abrió su ojo izquierdo y tartamudeó. “Mi padre dice que usted es el único que puede ayudarnos”. McFoster no movió ni una ceja. “¿Y quién es tu padre?”. El niño tembló: “Timoteo Rebolledo. Dice que es su hermano”.
Desde la horrible muerte de O’laran, degollado por el propio McFoster con el mango de su cuchillo, nadie de la banda se había atrevido a decir el apellido “Rebolledo”. Aquel niño no tenía salvación… Pero por primera vez en su vida el despiadado McFoster no hizo nada, salvo preguntar: “¿Qué le pasa a tu padre?”. El pequeño suspiró y respondió:
“Es el banco. No podemos pagar la hipoteca y nos quieren quitar el rancho. Este año la cosecha ha sido mala y la mitad de las vacas murieron en una tormenta”.
McFoster se volvió a Xaverius y le dijo: “Nos vamos al amanecer”. Los bandidos imaginaron el olor de la sangre fresca de banquero y gritaron de júbilo.
Con el primer rayo del sol, la temible banda de Pérfidus McFoster salió de su guarida inaccesible en las montañas de Arizona y se adentró en el barranco de Breadcorb en dirección al Sun Tender Bank de Prescott. El sonido del disparo llegó un segundo después de que Xaverius se llevara la mano al cuello empapado de sangre. “¡Emboscada! ¡Emboscada! ¡Es una maldita trampa!” –gritó McFoster. Alrededor de cincuenta hombres disparaban al pato desde lo alto del desfiladero. McFoster notó un golpe en el pecho, bajó la mirada y vio cómo su camisa negra se oscurecía con la sangre.
McFoster se derrumbó. Con los últimos latidos de su corazón, trató de enfocar la vista en una sombra que se acercaba de frente. Entonces vio a su hermano Timoteo Rebolledo con una placa de sheriff en el pecho que le miraba con una sonrisa de medio lado mientras le decía: “Para ser el más temible forajido del Oeste la verdad es que eres un imbécil sentimental, hermano. ¿Cuándo pensaste que yo no habría pagado mis deudas al banco? ¿Qué te crees que es esto? ¿Europa?”.
 

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